Julián Bernal rozó el mejor registro mundial en los 1.500 para mayores de 90 años
La temperatura y el ambiente no invitaban a récord. Julián Bernal esperaba el inicio de la prueba sentado en un banquillo con las piernas tapadas por su propio anorac. Miró a su hijo-entrenador y le preguntó si podía correr con la sudadera puesta. «No, eso supone demasiado peso y lo acabarías notando, tienes que quitártela». Y entonces lo que Julián notó fue aún más frío mientras esperaba el pistoletazo de salida en el gélido pabellón de Riazor.
Faltaban dos minutos para las cuatro y veinte de la tarde, hora en la que comanzaría la carrera de los 1.500 de veteranos. Julián ya sabía que sería el último de la carrera. Podría ser el padre o abuelo de todos sus rivales. Pero solo él podía batir el récord del mundo de la distancia para mayores de 90 años, en posesión de un veterano belga, Emiel Pauwels, con un tiempo de nueve minutos 42 segundos y 49 centésimas.
Comenzó la prueba y los competidores se dividieron en dos grupos. Por delante, casi todos. Por detrás, Julián, cuyo ritmo envalentonado respondía más a un método para sacudirse el frío que había aterido su musculatura. Desde el interior de la pista, su hijo revisaba los tiempos de Bernal y los comparaba con los que él mismo había calculado para saber si su padre corría en tiempos de récord. «Tenía que haber hecho este giro en 23 segundos y lo ha corrido en 19», señalaba Jesús, el vástago y entrenador, muy preocupado por la adaptación de su atleta a las esquinas peraltadas de la pista. Pero en la segunda vuelta, Julián continuaba pulverizando los pronósticos escritos en el cuaderno de Jesús, que preveía un crono de 1,25 minutos. El atleta solo necesitó 1,15.
Los competidores doblan a Bernal, pero solo él recibe el aliento y los aplausos del público. Con el cuarto giro saltan las alarmas. El veterano da síntomas de desfondarse al mirar el cronómetro. «¡Tienes que ir a más!», le grita el hijo. En la siguiente, repite las instrucciones: «¡Te faltan cinco vueltas, tienes que apretar un poquitín de nada!». A cuentagotas, los atletas de otras pruebas se acercan a preguntar.
-¿Cómo va?
-Está en el límite.
-Es normal, es que hoy hace mucho frío.
Cuando Bernal cumple el kilómetro, la megafonía pide un aplauso de apoyo para el atleta. «No, no lo va a hacer», sentencia el hijo tras comprobar que su padre ha empleado 6,50 minutos en el lugar en que debía haber pasado a los 6,35. Las diferencias con el récord del mundo siguen creciendo y finalmente Julián Bernal para el cronómetro en 10,14.
No obstante, él no es consciente de que la carrera de los 1.500 metros ya ha acabado para él y sigue corriendo. Le avisan pero su concentración es grande. Así que le tienen que placar en medio de la pista. «No me cansé, como quien dice», espetó en cuanto recuperó el aliento. No hubo récord, pero volverá a intentarlo el 20 de febrero en Zaragoza, justo un día después de cumplir los 91 años. Toca el turno a la prensa.
-Julián, aunque no hay récord tiempo tendrá para intentarlo.
-A ver.
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